El capítulo reseñado es una
lectura recomendada para los interesados en conocer más acerca de nuestro
Palacio de Gobierno. Los datos que ofrece son de utilidad sobre todo para
estudiantes e investigadores, porque se incluyen fechas, nombres, referencias,
vida cotidiana y un aparato crítico que aporta fuentes primarias y secundarias,
además de prensa oficial de la época. Contiene también un mapa y un plano, que
nos permiten trasladarnos en el tiempo para imaginar al objeto de estudio en su
contexto original.
Como refiere el autor, desde
que se fundó la Villa de Colima se establecieron los edificios públicos en el
primer cuadro de la población y las Casas Reales eran el lugar oficial de
residencia del alcalde mayor, la sede del poder local, que tenía sus vínculos
más fuertes en la Ciudad de México o en Guadalajara.
El complejo arquitectónico
siguió las características de la mayoría de las ciudades hispanoamericanas: se
edificó una plaza pública, a un costado de las Casas Reales estaba la sala de
juntas del Ayuntamiento donde sesionaba el cabildo, y enseguida se ubicaba la
cárcel. En la época novohispana, esas edificaciones fueron construidas con
materiales poco resistentes, como zacate, pajarete y adobe, por lo que sus
muros eran vulnerables frente a los fenómenos climatológicos y los incendios.
Con el paso de los años, la
sede principal de los poderes reales en Colima no mejoró su condición, más bien
se deterioró y dejó de ser un edificio cómodo y útil para los fines
acostumbrados. Los temblores, incendios y huracanes afectaron su estructura,
pero el edificio persistió. El zaguán de la entrada principal se utilizaba para
dar información oficial o de carácter militar. Asimismo, los pobladores acudían
a escuchar al pregonero que decía en voz alta las noticias de Su Majestad.
En la última década del siglo
XVII el edificio se encontraba en mal estado, se veía frágil y deteriorado. Entonces,
se comenzó a utilizar otro tipo de materiales para su remozamiento y se
cambiaron los techos de zacate por madera, vigas y tejas de mejor calidad.
Ya en 1777 el alcalde mayor de
la Villa de Colima se quejó de la situación que prevalecía en este sitio y
comentó: “que reside fuera de la Villa, por no haber en Colima Casas Reales”.
Sin embargo, este alcalde procuró establecer unas casas y resguardar su archivo.
En 1793 Diego de Lazaga había terminado su empadronamiento de la provincia de
Colima, comisión encargada por el virrey. Esa descripción geográfica documenta
las bondades y carencias de la región. El informe señala que había una
parroquia, dos conventos (La Merced y San Juan de Dios), una plaza cuadrada,
las Casas Reales y una cárcel en la cual se hallaba un “calabozo muy débil,
reducido, fangoso, fétido y sin más respiración que el de las claraboyas de la
puerta”.
José Luis Larios también
agrega que, a fines del siglo XVIII, por las dificultades económicas y los
problemas políticos era difícil modificar las casas reales, sobre todo cuando
ocurrieron desgracias que incrementaron los apuros de la autoridad. En 1798 el
alcalde ordinario Modesto Herrera informó que en la Villa de Colima se incendió
la cárcel y se perdieron la sala principal, el calabozo y la oficina de
mujeres. Temeroso de que el fuego alcanzara las casas reales, ordenó sacar los
papeles del Archivo.
En marzo de 1806 un temblor
conocido como “el terremoto de La Encarnación” causó graves daños a la iglesia
y provocó la caída de al menos 200 viviendas. En 1813 se otorgó una licencia
para construir la nueva parroquia, pero la reconstrucción se interrumpió varias
veces por la falta de materiales y lo mismo sucedía con las casas reales,
destinadas a quedar inconclusas.
En 1818 un temblor de gran
magnitud sacudió a los pueblos de Colima y su región. Las Casas Reales y la
iglesia parroquial padecieron graves daños. Las familias del subdelegado Juan
Linares y el teniente coronel Juan Antonio Fuentes se quedaron sin hogar, por
no haber casas disponibles; posteriormente pidieron apoyo a las autoridades de
Guadalajara para rehabilitar sus domicilios. Por otra parte, dos alarifes se
ocuparon de levantar un presupuesto para reparar las Casas Reales, el Archivo y
la real cárcel.
Después de consumada la Independencia
y luego del efímero imperio de Agustín de Iturbide, el gobierno de Colima
siguió ocupando las antiguas Casas Reales para sus actividades políticas, pero
cambiaron de nombre a Casas Consistoriales o Casas Municipales. Hacia 1840 una
de las primeras obras fue la construcción de un nuevo Consistorio, autorizado
bajo la prefectura de Liberato Maldonado, amigo de Ramón R. de la Vega, quien
comisionó al síndico Alejo Espinoza para demoler el antiguo edificio que
funcionaba desde el virreinato.
Los trabajos de demolición
iniciaron en 1841 y se destinaron 14 obreros para derrumbarlas. Para la nueva
construcción se ocuparon 42 vigas, 70 arrobas de cal, 768 cargas de arena,
piedra de la Hacienda de Pastores, ladrillos, entre otros materiales. La obra
se prolongó por varios años, pero fue suspendida a raíz del temblor del 2 de
octubre de 1848, aunque al poco tiempo se reanudó.
El autor explica que en el último
tercio del siglo XIX llegaron a Colima nuevas ideas políticas. El Porfiriato
proyectó en estas tierras cierta modernidad arquitectónica, sobre todo en el
centro de la ciudad y especialmente en los edificios públicos, que se
encontraban deteriorados y en mal estado.
El 6 de marzo de 1877, el
periódico oficial El Estado de Colima anunció el proyecto de
construcción de Palacio de Gobierno, planteado desde que Colima fue elevada a
la categoría de estado federativo. La construcción quedó bajo la dirección del
ingeniero Rosalío Banda y del maestro de obras Lucio Uribe; los trabajos
iniciaron ese mismo mes, el gobernador Doroteo López colocó la primera piedra y
pronunció un discurso en el que se dijo satisfecho por “inaugurar en este día
la realización de una empresa que creo digna del pueblo colimense y que debe
concurrir al buen nombre del país”.
Sin embargo, la obra de
Palacio tuvo de nuevo sus propios obstáculos por falta de dinero y voluntad
política. Así, se suspendió la obra por seis meses y se reanudaron los trabajos
en mayo de 1879. Es probable que se hayan derrumbado algunos vestigios de las
antiguas Casas Reales, que no habían sido totalmente retirados en 1842. Roberto
Huerta San Miguel considera que con la demolición de 1878 “se perdió uno de los
edificios más significativos de la etapa virreinal de Colima”.
El gobernador Esteban García,
electo para el periodo 1883-1887, dispuso ocupar las nuevas áreas del Palacio.
Las primeras instituciones en instalarse fueron la imprenta del gobierno, las
oficinas de Hacienda y el Ayuntamiento de Colima, colocado “en el piso alto,
acera que mira al sur”. También llegaron el prefecto del Centro, la
Administración Principal de Rentas, el Juez del Estado Civil y el Supremo
Tribunal de Justicia. La obra sólo tenía enjarres interiores en las oficinas,
con sus pisos de cantera; los departamentos del segundo piso que colindaban con
la plaza de armas no estaban concluidos.
En 1891 terminaron finalmente
los trabajos de albañilería al interior del edificio. En marzo de ese año se
anunció la llegada del reloj público fabricado en Alemania; y se instaló el
kiosco de metal proveniente de Bélgica. Las bancas de madera, alrededor del
jardín, fueron reparadas y pintadas para equiparar el espacio con la nueva
estructura de fierro.
Fue hasta 1905, en el gobierno
de Enrique O de la Madrid, cuando se terminaron los trabajos del Palacio,
concluyó el enjarrado de todo el edificio, se pusieron barandillas de metal en
los balcones y cornisamento en las azoteas. En 1906 diversas dependencias
lucían nuevas cortinas de felpa, seda y punto. También se colocaron alfombras,
espejos, columnas, objetos de bronce, tapetes, escritorios y muebles forrados
de cuero de búfalo. Se usó pintura de aceite, por primera vez, en todo el
exterior del edificio y se instaló el cableado eléctrico. La tesorería del
estado informó, el 16 de septiembre de 1907, que todas las mejoras al Palacio
de Gobierno costaron 15 mil pesos.
A pesar de las calamidades que
atravesó la sede de los poderes civiles, desde la fundación de la Villa de
Colima hasta nuestros días, sin duda es el edificio más representativo del estado
y un tesoro arquitectónico valioso para los colimenses. Palacio de Gobierno es
el edificio donde se han tomado las decisiones fundamentales para la historia
local: guerras, asuntos oficiales, festejos, ceremonias, velatorios y otros
eventos. Sus muros permanecerán como testigos que se mantuvieron de pie a
través del tiempo y seguirán resguardando las historias del Palacio de Colima.
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