CULTURALIA. EL “GRITO DE DOLORES”

NOÉ GUERRA PIMENTEL*

No se sabe con precisión cuáles fueron los términos exactos, aunque según dijo: “¡Viva la religión católica! ¡Viva Fernando VII! ¡Y viva y reine por siempre en este continente americano nuestra sagrada patrona, la Santísima Virgen de Guadalupe! ¡Muera el mal gobierno!” ¿Una cruzada religiosa? un llamado justificatorio de la crueldad, un grito a la intolerancia, a la irracionalidad: la terrible convicción de que la violencia redime, dijera Krauze. Un momento si se quiere emblemático conocido como “el Grito de Dolores”.

Al margen de que dicha expresión haya surgido después atribuida a la arenga que tuvo que hacer el Cura Hidalgo en el pueblo de Dolores, dicha práctica se ha venido alimentando y fortaleciendo a lo largo de la historia como el mítico hecho fundacional de nuestra Nación. Hecho que a la fecha se significa como el acto que unifica credos políticos, ideológicos y espirituales; un evento que articula a un país que con estos motivos se imagina y reinventa en diversos nacionalismos.

Los testimonios coinciden: la madrugada del 16 de septiembre de 1810, descubierta la conspiración de Querétaro y avisado Hidalgo después de convencer al titubeante Allende, llamó a misa dominical. Allí el Cura expuso los motivos de la lucha para después arengar a los presentes con el grito de insurrección contra Napoleón y el gobierno Virreinal. Los insurgentes reconocían así la fecha de inicio del movimiento que en esa primera época vio su fin a mediados del año siguiente, cuando aquellos primeros insurrectos fueron fusilados.

Ignacio López Rayón, caudillo de la primera insurgencia, rememoró el Grito el 16 de septiembre de 1812 en Huichapan, hoy del estado de Hidalgo. Al mismo tiempo, la junta Gubernativa de América emitió un manifiesto que enmarcaba esta fecha. Si bien no se sabe cómo se desarrolló esa primera ceremonia, no es difícil imaginar que haya sido austera. No obstante, quedó como testimonio de ese momento la Oda al 16 de septiembre escrita por Andrés Quintana Roo, uno de los testigos de aquel primer festejo. Al año siguiente, Morelos leyó en Chilpancingo sus célebres Sentimientos de la Nación, que en uno de sus puntos ordena que “se solemnice el 16 de septiembre de todos los años, como el día de aniversario en que se levantó la voz de la independencia”. No hay registros de ceremonias realizadas hasta 1820.

En 1821, año en que la independencia finalmente se logra e Iturbide ocupa el trono de emperador de México, se propone que se festeje más bien la fecha de consumación, el 27 de septiembre. De hecho el 27 de octubre de 1821, se realizó el primer acto oficial de la independencia. Ese día Iturbide encabezó la jura y proclamación de la soberanía en todo el país; hubo desfiles, pero sin hacer referencia al “Grito de Dolores”. La fecha se convirtió así en motivo de disputa política: mientras los monárquicos o conservadores querían el 27 de septiembre, los republicanos o liberales insistían en que el día a destacar era el 16.



El asunto quedó sorteado cuando el Congreso, formado en febrero de 1822, decretó que el 16 de septiembre, aniversario del inicio de la independencia, sería en adelante una festividad en todo el país, cuatro años después, el 16 de septiembre de 1825, Guadalupe Victoria realizó la primera celebración oficial y nacional de esta fecha. Después vinieron tiempos difíciles; sublevaciones, asonadas, motines y rebeliones militares se sucedían. Durante los diferentes periodos de Antonio López de Santa Anna la fecha se aprovechó, más que para recordar la independencia, para festejarlo a él y así año tras año también se conmemoró el Grito, algunos el 15 de septiembre, otros el 16. La excepción fue en 1834, cuando Valentín Gómez Farías lo conmemoró hasta el 4 de octubre.
 
El 14 de septiembre de 1847, los mexicanos vieron con impotencia cómo la bandera de Estados Unidos ondeó en el pabellón de Palacio Nacional. En 1864, la pompa oficial tuvo como escenario el lugar donde todo comenzó, es decir, Dolores Hidalgo. Para ello, Maximiliano se trasladó allá, alojándose en la que fuera casa de J. Mariano de Abasolo. Ahí, a las 11 de la noche, después de su discurso, gritó: ¡Viva la independencia! ¡Viva Carlota”! ¡Viva Napoleón III! ¡Viva México!”. A partir de entonces, es común que el gobernante en turno anexe o quite personajes en su arenga. Durante la República restaurada, Juárez incluyó a Morelos. En todo caso, se incluye el grito “¡Vivan los héroes que nos dieron patria!”.

Años más tarde, durante el gobierno de Díaz, la festividad del 15 en la noche se formalizó de manera definitiva ya que, por “coincidencia” ese día era su onomástico. En 1896, él mismo ordenó el traslado de la campana (esquilón) original de Dolores a Palacio Nacional, siendo el primero en tocarla el 15 ese septiembre agregando el lema: “Paz y progreso”; con ello, la ceremonia del Grito tomó la forma que conocemos. En 1930, el Grito dado por Pascual Ortiz Rubio fue por primera vez transmitido en radio. En 1949 se realizó su primera transmisión televisada con Miguel Alemán Valdés. En 1963, Adolfo López Mateos innovó el rito al incluir la liberación de presos con delitos menores.

Las ceremonias no se han mantenido incólumes al tiempo. Sin embargo, la alegría y el orgullo que caracterizan a esta conmemoración se conservan e incluso se fortalecen cuando los hijos de este país a una sola voz gritamos: ¡Viva!

*Socio de número y Presidente de la Sociedad Colimense de Estudios Históricos, A.C. 2009-2013.

Comentarios