NOÉ GUERRA PIMENTEL*
Era la madrugada del domingo 9 de febrero de hace cien años en la ciudad de México, cuando luego de varias encubiertas intentonas finalmente los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz se abrieron levantándose apoyados con un grupo de muchachos cadetes de la Escuela Militar de Aspirantes y otros que se prestaron. Su objetivo: tomar Palacio Nacional, capturar al Secretario de Guerra y liberar a Bernardo Reyes y a Félix Díaz, cabezas visibles del Golpe de Estado.
La vanguardia logró el control de Palacio haciendo prisioneros a García Peña, Gustavo A. Madero –quien ya había investigado los movimientos conspiratorios e informado al presidente, su hermano-. Gracias a la reacción de Lauro Villar, fiel al gobierno, Palacio fue recuperado y los prisioneros liberados. Mientras tanto Reyes y Díaz habían sido liberados por sus secuaces para de ahí dirigirse a Palacio. El grueso de la columna la dirigió Bernardo Reyes, pero al llegar al Zócalo los esperaba una línea de tiradores. Villar, encargado en la defensa salió al encuentro y frente a centenas de curiosos exigió a Reyes la rendición, por su parte éste intentó hacerlo a su causa. Ante la negativa, Reyes hizo por echarle el caballo encima, lo que desató la balacera. Reyes cayó acribillado, mientras el general Villar salió herido. El resultado, centenas de muertos, la mayoría civiles.
Era la madrugada del domingo 9 de febrero de hace cien años en la ciudad de México, cuando luego de varias encubiertas intentonas finalmente los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz se abrieron levantándose apoyados con un grupo de muchachos cadetes de la Escuela Militar de Aspirantes y otros que se prestaron. Su objetivo: tomar Palacio Nacional, capturar al Secretario de Guerra y liberar a Bernardo Reyes y a Félix Díaz, cabezas visibles del Golpe de Estado.
La vanguardia logró el control de Palacio haciendo prisioneros a García Peña, Gustavo A. Madero –quien ya había investigado los movimientos conspiratorios e informado al presidente, su hermano-. Gracias a la reacción de Lauro Villar, fiel al gobierno, Palacio fue recuperado y los prisioneros liberados. Mientras tanto Reyes y Díaz habían sido liberados por sus secuaces para de ahí dirigirse a Palacio. El grueso de la columna la dirigió Bernardo Reyes, pero al llegar al Zócalo los esperaba una línea de tiradores. Villar, encargado en la defensa salió al encuentro y frente a centenas de curiosos exigió a Reyes la rendición, por su parte éste intentó hacerlo a su causa. Ante la negativa, Reyes hizo por echarle el caballo encima, lo que desató la balacera. Reyes cayó acribillado, mientras el general Villar salió herido. El resultado, centenas de muertos, la mayoría civiles.
Después del fracaso, hubo desbandada de rebeldes. A pesar de la superioridad numérica, Díaz y Mondragón corrieron a La Ciudadela. El edificio funcionaba como depósito de armas. A media mañana tras un intercambio de disparos en el que Villar fue nuevamente herido y rematado por la espalda, los conspiradores tomaron el edificio. De esta forma los golpistas tuvieron a disposición el arsenal en resguardo. Madero, en tanto, se encontraba en el Castillo de Chapultepec, donde a temprana hora se le había adelantado un informe de lo acontecido, destacando la recuperación de Palacio Nacional, por lo que decidió el traslado hacia allá, siendo acompañado por su gabinete y la custodia de cadetes del Colegio Militar y la policía capitalina, en lo que se conoce como “La Marcha de la Lealtad”.
En el trayecto el Presidente fue alcanzado por Gustavo, su hermano, quien le informó los últimos acontecimientos e insistió sobre la evidente traición de Huerta. Asimismo, Victoriano Huerta llegó hasta donde el Presidente había hecho un alto obligado, ahí, por sugerencia del ministro de Guerra, Huerta recibió nombramiento de comandante de la plaza, en sustitución del recién asesinado Lauro Villar. Fue el principio del fin, los errores del Presidente se acumularon como los muertos, mientras el Embajador estadounidense Henry Lane Wilson seguía operando la conspiración. Era el 22 de febrero cuando pasadas las 22 horas, estando ya recostados Madero, Pino Suárez y Ángeles fueron llamados, Madero preguntó porqué no se les había informado para estar preparados. Ángeles preguntó si también él, a lo que Francisco Cárdenas le contestó: "No, general, usted se queda. Es la orden". Mientras Madero y Pino Suárez eran bajados al patio central de Palacio Nacional donde los esperaban en dos vehículos.
Al llegar a Lecumberri los automóviles pasaron de largo la entrada principal y se desviaron hacia un extremo apartado del edificio para hacer alto al momento que Cárdenas le ordenó a Madero: "Baje usted, carajo", ante la tácita negativa de éste lo empujó afuera a la vez que por atrás le disparó en dos ocasiones a la cabeza, Madero quedó muerto en el asiento trasero del coche, al percatarse, Pino Suárez intentó huir pero fue alcanzado de un balazo por Rafael Pimienta, quien en el suelo lo remató con trece balazos en la cabeza.
Después de media noche, Cárdenas y el resto de la “escolta” se reportó a Palacio para informar, Huerta ya informaba que “Una multitud había asaltado a la escolta que custodiaba y conducía a los presos Madero y Pino Suárez en su traslado a Lecumberri” a la vez que afirmaba “se investigará para esclarecer los hechos” Lo que dieron a conocer el 13 de septiembre, fue que “los homicidas fueron tres individuos, que a su vez habían muerto al intentar la defensa de los dos reos”
*Integrante de la Sociedad Colimense de Estudios Históricos, A.C.
Al llegar a Lecumberri los automóviles pasaron de largo la entrada principal y se desviaron hacia un extremo apartado del edificio para hacer alto al momento que Cárdenas le ordenó a Madero: "Baje usted, carajo", ante la tácita negativa de éste lo empujó afuera a la vez que por atrás le disparó en dos ocasiones a la cabeza, Madero quedó muerto en el asiento trasero del coche, al percatarse, Pino Suárez intentó huir pero fue alcanzado de un balazo por Rafael Pimienta, quien en el suelo lo remató con trece balazos en la cabeza.
Después de media noche, Cárdenas y el resto de la “escolta” se reportó a Palacio para informar, Huerta ya informaba que “Una multitud había asaltado a la escolta que custodiaba y conducía a los presos Madero y Pino Suárez en su traslado a Lecumberri” a la vez que afirmaba “se investigará para esclarecer los hechos” Lo que dieron a conocer el 13 de septiembre, fue que “los homicidas fueron tres individuos, que a su vez habían muerto al intentar la defensa de los dos reos”
*Integrante de la Sociedad Colimense de Estudios Históricos, A.C.
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