NOÉ GUERRA PIMENTEL
Este viernes 18 de marzo, en el salón del vitral de la Pinacoteca universitaria, ante autoridades de los tres ámbitos de gobierno y líderes sociales, luego de recibir la medalla Lázaro Cárdenas, máxima presea que otorga la Universidad de Colima y que le concedió a propuesta aparte de varias organizaciones, principalmente culturales que lo propusieron, entre ellas la Sociedad Colimense de Estudios Históricos, Jorge Chávez Carrillo optó por no leer el mensaje preparado y solo esbozó algunas ideas de un texto del que desde mi personal punto de vista, por la valía histórica del acto comparto un extracto.
“Cuando hace más de ocho décadas de visita por Colima el Presidente Emilio Portes Gil, reconociendo mi habilidad de niño para dibujar, me invitó a estudiar a la ciudad de México y yo le dije que no; quizá intuí que mi lugar estaba aquí, en esta tierra que escogieron mis progenitores, donde nacieron mis hermanos, donde conocí a mi esposa, donde sepulté a mis padres y donde he visto crecer a mis hijos y nietos. Donde he hecho mi vida. En esta tierra que conmigo, como con muchos, ha sido generosa y por la que sin ningún límite he procurado darle lo mejor de mí. Hoy, con toda seguridad puedo afirmar que nada me pueden contar, que nada me pueden decir, porque mucho lo he visto y vivido.
Largo sería repetir lo que ha sido mi vida, solo decirles que todo el proceso del milagro mexicano, el nacimiento de las principales instituciones, la expropiación petrolera, el desarrollo de México y de Colima, con el trayecto de más de quince presidentes de la república y de más de veinte gobernadores que a su paso dieron los derroteros de nuestro pueblo, forman parte de mi acervo y me permiten tener una visión clara de lo que cada uno hizo. Soy representante de la generación de mujeres y hombres que configuraron a este país de manumisiones y de utopías. De una descendencia que se resistió a ser el cómodo espectador de los cambios y evolución del Estado mexicano. De una generación de actores del devenir social y artífice de los cambios sociales que como sociedad nos pusieron por delante de Latinoamérica en el concierto internacional.
Colima hoy es otro, diferente al de hace medio siglo como lo es México y cuyas relaciones eran más sencillas, más simples, más humanas. Un México de la postrevolución que se veía en su diseño de Nación a la vez que bocetaba su unidad, pincelando la identidad de país autónomo en la pluralidad de sus etnias, razas, lenguas y culturas a través de las artes y las ciencias. Un México que avanzaba con rumbo y se insertaba entre las naciones organizadas del mundo. Hoy tenemos que vernos, ver alrededor, ver al pasado, aprender de otros y replantearnos en esta realidad por la que atravesamos y de la que no saldremos si no nos atrevemos a dar los pasos que nos reorienten en el camino extraviado.
Urge retomar el ideario de los que nos dieron el Estado de instituciones y ciudadanos, tesis que se resumen en el pensamiento y la actuación de un Benito Juárez, el hombre del siglo XIX y del que este 21 conmemoraremos el 205 aniversario de su natalicio; y, de Lázaro Cárdenas, artífice de la expropiación de la industria petrolera en 1938; quienes insistieron en la aplicación de políticas consistentes y de largo plazo, en vez de gobernar bajo la improvisación o, peor, con la agenda hecha desde fuera. Sin duda sería la mejor manera de honrarlos en su memoria al ser congruentes con su herencia de justicia social por la que aspiraron, como elementos definitivos del Estado mexicano. Finalmente pido que nos unamos contra el cotidiano atentado que sufren nuestras instituciones de garantía, pues los poderes fácticos insisten en erosionarlas para tirar lo ganado, para desechar la construcción de sociedad y para nulificar a la ciudadanía, buscando consolidarse como los dictadores de esta época, me refiero a los monopolios del poder, a los enemigos del verdadero México que somos.”
Este viernes 18 de marzo, en el salón del vitral de la Pinacoteca universitaria, ante autoridades de los tres ámbitos de gobierno y líderes sociales, luego de recibir la medalla Lázaro Cárdenas, máxima presea que otorga la Universidad de Colima y que le concedió a propuesta aparte de varias organizaciones, principalmente culturales que lo propusieron, entre ellas la Sociedad Colimense de Estudios Históricos, Jorge Chávez Carrillo optó por no leer el mensaje preparado y solo esbozó algunas ideas de un texto del que desde mi personal punto de vista, por la valía histórica del acto comparto un extracto.
“Cuando hace más de ocho décadas de visita por Colima el Presidente Emilio Portes Gil, reconociendo mi habilidad de niño para dibujar, me invitó a estudiar a la ciudad de México y yo le dije que no; quizá intuí que mi lugar estaba aquí, en esta tierra que escogieron mis progenitores, donde nacieron mis hermanos, donde conocí a mi esposa, donde sepulté a mis padres y donde he visto crecer a mis hijos y nietos. Donde he hecho mi vida. En esta tierra que conmigo, como con muchos, ha sido generosa y por la que sin ningún límite he procurado darle lo mejor de mí. Hoy, con toda seguridad puedo afirmar que nada me pueden contar, que nada me pueden decir, porque mucho lo he visto y vivido.
Largo sería repetir lo que ha sido mi vida, solo decirles que todo el proceso del milagro mexicano, el nacimiento de las principales instituciones, la expropiación petrolera, el desarrollo de México y de Colima, con el trayecto de más de quince presidentes de la república y de más de veinte gobernadores que a su paso dieron los derroteros de nuestro pueblo, forman parte de mi acervo y me permiten tener una visión clara de lo que cada uno hizo. Soy representante de la generación de mujeres y hombres que configuraron a este país de manumisiones y de utopías. De una descendencia que se resistió a ser el cómodo espectador de los cambios y evolución del Estado mexicano. De una generación de actores del devenir social y artífice de los cambios sociales que como sociedad nos pusieron por delante de Latinoamérica en el concierto internacional.
Colima hoy es otro, diferente al de hace medio siglo como lo es México y cuyas relaciones eran más sencillas, más simples, más humanas. Un México de la postrevolución que se veía en su diseño de Nación a la vez que bocetaba su unidad, pincelando la identidad de país autónomo en la pluralidad de sus etnias, razas, lenguas y culturas a través de las artes y las ciencias. Un México que avanzaba con rumbo y se insertaba entre las naciones organizadas del mundo. Hoy tenemos que vernos, ver alrededor, ver al pasado, aprender de otros y replantearnos en esta realidad por la que atravesamos y de la que no saldremos si no nos atrevemos a dar los pasos que nos reorienten en el camino extraviado.
Urge retomar el ideario de los que nos dieron el Estado de instituciones y ciudadanos, tesis que se resumen en el pensamiento y la actuación de un Benito Juárez, el hombre del siglo XIX y del que este 21 conmemoraremos el 205 aniversario de su natalicio; y, de Lázaro Cárdenas, artífice de la expropiación de la industria petrolera en 1938; quienes insistieron en la aplicación de políticas consistentes y de largo plazo, en vez de gobernar bajo la improvisación o, peor, con la agenda hecha desde fuera. Sin duda sería la mejor manera de honrarlos en su memoria al ser congruentes con su herencia de justicia social por la que aspiraron, como elementos definitivos del Estado mexicano. Finalmente pido que nos unamos contra el cotidiano atentado que sufren nuestras instituciones de garantía, pues los poderes fácticos insisten en erosionarlas para tirar lo ganado, para desechar la construcción de sociedad y para nulificar a la ciudadanía, buscando consolidarse como los dictadores de esta época, me refiero a los monopolios del poder, a los enemigos del verdadero México que somos.”
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